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UN GATO EN EL BALCÓN

UNA DE IDIOTAS

 

 

    Es alarmante que, pese a que cada día se tienen más datos sobre el reajuste económico que a los tres días se convirtió en crisis, a los seis en recesión y dentro de poco en depresión, depende, claro está, de la interpretación lingüística que Solbes quiera darle; la solución que se propone sigue siendo de ingeniería financiera y, por tanto, ficticia. La ventaja de todo eso es que el derrumbe será tan grande y definitivo que ni de los escombros del sistema podrá salir la solución.

    Los gobiernos, ya sin timidez, han decidido inyectar ingentes cantidades de dinero al sistema, un dinero que saldrá probablemente de las distintas políticas sociales, las que en principio deberían servir para dinamizar la economía.

    Los Estados se hacen cargo de las deudas y estropicios de unos financieros ultraliberales que pretendieron crear el beneficio sobre un producto virtual e inexistente, y que ahora pretenden, vía el presidente de la CEOE, que papa Estado haga un paréntesis en el libre mercado para solucionar sus problemas; los de los pequeños empresarios y de los cientos de miles de autónomos no, esos que se jodan.

    No sé si alguna vez alguien ha comparado lo que producimos con lo que gastamos, tanto como individuos como colectividad; tampoco sé si los economistas que se han atrevido con tamaña empresa saben contar. En todo caso no se necesita demasiado estudio universitario, solo sentido común y saber sumar, restar y valorar tanto los bienes consumidos como los producidos.

 

    Leo que mientras los partidos catalanes empezaban a discutir sobre lo adecuado de retirar la ley de sequía ante las lluvias del verano y lo inadecuado de las diferentes políticas del agua, la ciudadanía catalana siguió manteniendo su particular restricción de consumo. Como siempre, en nuestro pequeño país, la ciudadanía anda muy por delante de la clase política.

    Y hoy, en una tertulia radiofónica, escucho como Felip Puig -aún no sé como tienen la indecencia de dejar hablar a un tipo tan corrupto- se encabrita porque la Fundación Bofill ha publicado los resultados de su último estudio... los catalanes salidos de la escuela, eso los que terminan la básica, son los más idiotas de Europa. Probablemente Felip Puig esperaba el informe para acusar al Tripartit de inoperancia, el problema es que dicho informe hace hincapié sobre los estudiantes de dieciséis años que estudiaron once bajo su gobierno. La discusión, que en principio se centraba sobre la educación, termina airadamente en reproches sobre la actual financiación. No pintaba bien para el sinvergüenza y, raudo, desvió la conversación. No sé como terminó, cambié el dial y puse música. Y es que la financiación actual depende de los pactos que su propio partido firmó con el PP y que eran de por vida, y uno ya no está por escuchar las estupideces de un tipo tan cínico.

    En Catalunya todo el mundo sabe que el gobierno de CIU se dedicó a desviar fondos de la escuela pública para financiar a la privada, pero no a toda sino a la más elitista, esa que el uniforme con escudo bordado no baja de los mil euros. Y ya entonces fueron avisados que aquello convertiría a Catalunya en un país de tontos, pero ellos erre que erre...

    ¿Cómo iban a dejar sin financiación el cole de sus hijos?

    Una buena manera de hacer país, convirtiéndolo en idiota.

 

 

DEMOCRACIA O EUROCRACIA

 

 

Uno, que piensa que no es tonto, se pregunta cómo la UE, -que lo de los EEUU es otra cosa- se escandaliza porque Rusia entra en Georgia y más que menos instaura su orden; eso sí, después que un tal Saakashvili, medio loco, protegido de los EEUU y ayudado por militares norteamericanos (El Pentágono envió nada menos que mil para entrenarlos unos meses antes) y mercenarios israelíes, entrara a sangre y fuego en sus provincias secesionistas.

Probablemente no hubiera pasado nada si en Osetia del sur no hubieran habido unos cientos de soldados rusos como fuerza de paz, para separar a los independentistas osetios del ejército georgiano, los cuales fueron perseguidos y rematados por los georgianos. Tampoco si en el 2006 no hubiera habido un referéndum en el que participó el 91% de la población y del que el 99% decidió la independencia y futura fusión con Rusia.

De todos es sabido que en Europa no se acepta el derecho de autodeterminación de los pueblos a no ser que tengan su visto bueno, por mucho que el 90% de un pueblo decida lo contrario. En pocas palabras: que a la Unión le salga el negocio redondo. Misterios insondables de la democracia, digo yo.

Cuando Georgia invadió Osetia, nadie, ni un triste comunicado de las agencias europeas, pidió el cese de la invasión; en todo caso pedían al ruso que no interviniera y se quedara al otro lado del túnel viendo como su capital Tskhinvali, una ciudad repleta de rusos, era destruida sistemáticamente por los mísiles y tanques georgianos. Lo que no esperaban los georgianos es que los rusos estuvieran preparados esperando (lo leo en Público) al otro lado, que sacaran 140.000 refugiados osetios de entre las ruinas y entraran a saco. Y lo que nadie esperaba es que no se detuvieran en la frontera y siguieran destruyendo al ejército georgiano, las infraestructuras, el puerto, los aeropuertos y las instalaciones militares y armamento que los norteamericanos regalaron tan desinteresadamente en amor a la democracia. Eso nadie lo esperaba.

Ahora, a los europeos nos quieren vender que los georgianos son como nosotros y que deben entrar en nuestra organización. También que los rusos son unos desalmados y unos tiranos que merecen ser aislados y castigados, aún no se sabe como, porque tiene el gas y el petróleo que utilizamos, y el gigante chino ya ha dicho que el Putin es un caballero.

No sé si los EEUU y los israelíes, en el fondo, lo que pretenden es desgastar a Europa y ponerla en un brete. La solución sería abandonar la OTAN y dejar que británicos y norteamericanos se saquen solitos las castañas de los fuegos que van montando, eso sí, con la inestimable ayuda de Georgia; a ver cómo solucionan entonces sus guerritas con sus soldaditos sin que otros paguen la factura, y a ver lo que duran los británicos haciendo el gilipolla.

 

Resulta que todo es un negocio, que el asunto era vender cohetes interceptores para blindar a Europa de no se sabe que déspota islamista tras la frontera rusa; como si el Putin no tuviera, aparte de los consabidos problemas con los islamistas de su tierra, la tecnología suficiente para despistar los radares europeos en caso de un ataque de la Alianza, o las ganas de invadir y guerrear con una clientela que paga lo que toca mientras hace negocio con él.

Lo cierto es lo que parece: que cierta potencia pretende no dejar de serlo a costa de los demás. O sea: si no puedo ser grande por mis méritos, mejor hacer que los demás no crezcan. Sabia estrategia utilizada por el primo europeo, a saber: el Reino Unido, con desigual fortuna; ya que su economía, con los desaguisados que monta, está en bancarrota.

 

Yo, si fuera estonio, iría con mucho cuidado. En Estonia aún hay ciudadanos de primera y de segunda; los de primera son de origen estonio, los de segunda ruso; los primeros pueden votar y los segundos no... pero todos son estonios a la hora de pagar su renta, solo cambia su origen; cosas del racismo antieslavo que aún mantienen algunos que se creen descendientes de los arios.

Estonia es un país de la Unión y de la OTAN, en el que un 25% de su población no tiene derecho a voto. Y a eso, mañana, si hay desórdenes y persecuciones, los europeos lo llamarán democracia; y si los rusos se enfadan porque los suyos son perseguidos impunemente, les dirán que no pueden intervenir. En Afganistán si, claro... con las bases en su frontera norte repletas de soldaditos de la OTAN.

 

Deberemos ir con cuidado y rectificar esa costumbre nuestra, tan occidental, de considerarnos el ombligo del mundo y de que el que no se parezca a nosotros anda errado; aprender que el mundo está llenos de hijos de puta tan grandes como nosotros y que en eso no tenemos la exclusiva; que eso de creernos demócratas no nos da derecho a pensar que somos mejores y que podemos ir dando lecciones, porque, por lo pronto, no lo somos tanto y muchos otros con los que no contábamos, nos pasan la mano por la cara. Y, sobre todo, recordar que el ruso es gigante, tiene el carburante que necesitamos, buenas universidades, su crecimiento es galáctico, cada día sufre menos paro y posee más tecnología de la que pensábamos.

 

 

DEPRESIÓN O RECESIÓN

No prevemos una crisis sino una depresión. Hay quien habla de recesión, tal vez sea la palabra que mejor describe la situación, no sé... como siempre eso es una cuestión de semántica. La realidad es que sea lo que sea, pensamos que se acerca una etapa de pobreza sin límite temporal conocido.

Ayer, un buen amigo al que todo le iba muy bien me dijo que desde hace seis meses vendía menos de la mitad. Me contaba que de tanto hablar de crisis, la gente se lo había creído.

- Gastan menos hasta los que tienen un sueldo fijo-

Le respondí que al afortunado con sueldo fijo y “seguro”, funcionario, etc. le había subido el precio de la leche, el pan, la luz, la hipoteca, la gasolina... todo; y por tanto, tenía menos dinero para gastar.

La depresión es general y por vez primera la solución no puede buscarse en el aumento de la deuda estatal, como tampoco en aumentar los sueldos y lanzarse a una escalada inflacionista y, menos, esperar que las locomotoras europeas tiren del consumo y las exportaciones, primero porque ya somos locomotora y segundo porque todas andan faltas de carburante.

Se ha optado por la reducción en el consumo sin estar preparados para ello, lo que invariablemente nos conduce a un aumento generalizado de la pobreza.

Esperemos que nuestros políticos no caigan, cuando el sistema social entre en crisis, en una trampa parecida al New Deal de Roosevelt, aunque bien pensado, ni uno de ellos da la talla.

La depresión del 29 se solucionó al estallar la guerra. La simplicidad nos hace creer que, el New Deal por un lado y el nacional-socialismo por otro habían solucionado el problema, sin embargo, lo que hicieron es aplazarlo y agravarlo hasta el límite de estar a punto de caer en un estadillo social de proporciones épicas. Podría decirse, siempre desde mi punto de vista, que la guerra salvó al viejo continente de caer en el comunismo.

Pero... ¿Qué es una guerra mundial sino un estadillo social gigantesco o una salida a él?

Esta vez deberíamos saber deconstruir en cambio de destruir, para volver a construir y no reconstruir. La diferencia, imperceptible o incomprensible para muchos, puede significar la pervivencia de nuestra civilización; la mejor, mal que nos pese, que el ser humano haya disfrutado nunca.

Y sigo, en este blog o en cualquiera de los que caen en mis manos y se hable del asunto, preguntando si los judíos israelíes creen que su Estado puede sobrevivir otros sesenta años tal como se lo han montado.

Hasta ahora, absolutamente nadie ha sabido o podido responder esta sencilla pregunta.

Hoy escucho por la radio que el FMI considera que el año 2009 las economías europeas recuperarán su crecimiento, todas menos la española. No sé en que se basan sus conclusiones, si en el deseo o la esperanza.

Lo cierto es que nadie sabe como terminarán las negociaciones con Rusia con referencia al suministro de carburantes, tampoco si la UE será capaz de cambiar su política agrícola y, por ende, alimentaria. No sé si sus políticos están preparados para despertar de su fracaso europeo y aceptar que son una pequeña parte del mundo.

La economía española es la que saldrá más perjudicada, aunque tampoco deberíamos preocuparnos tanto, ya que lo único que nos puede pasar es que bajemos al mundo real y nos situemos donde merecemos.

Los españoles pensaban, gracias a una política especulativa, que produciendo lo mismo ganaríamos más y consumiríamos como un rico por siempre jamás. Ahora toca, no solo situarnos donde debemos sino pagar lo adeudado.

Leo una entrevista a Isidre Fainé en Capital. Lo tratan como un gigante, el hombre que supo encumbrar a... y tal y tal, que desarrolló una obra social excelente...

Y me río. Después de todo, si las cosas van tan mal es por culpa de gente como él: sabios mediocres de un mundo financiero que no ha aprendido nada de la historia, como tampoco saben lo que realmente es una obra social.

Hoy leo algo que, como todos saben, ya esperaba: no hay dinero para pagar el retorno de los inmigrantes que así lo desean.

Pues si no lo hay para esos pocos, ¿de dónde lo sacarán para los otros?

De la Caixa seguro que no, que suficiente problema va a tener para recuperar el dinero regalado con hipotecas incobrables.

Las cajas de ahorros, si tantos beneficios tienen sin poder repartir, en cambio de construir viviendas sociales, podrían recuperar muchas de las viejas que están vacías, gracias a una política impositiva que castigue esa práctica. Las compraría a bajo precio y, con unos alquileres bajos y negociados, conseguiría su rehabilitación.

El resultado sería liberar dinero de la nueva construcción y trasladarlo a una obra social más productiva; bajaría el precio abusivo de los alquileres al competir con los propietarios; alargaría el tiempo de contrato y ayudaría a mantener puestos de trabajo en la rehabilitación: albañiles, material, carpintería, electricidad, etc. y su industria.

Con el dinero que se ahorrarían y el de los primeros alquileres, podría financiar el retorno del inmigrante que lo desee, de esta manera ayudaría a crear riqueza fuera de nuestras fronteras.

Hoy, haciendo una excepción en este blog, editaré una foto que para mí no tiene desperdicio.

 

 

DEMOCRACIA


 

El ministro de industria, que de seguir así pronto dejará de ser necesario, dice que ahorrará cinco mil millones en petróleo. Supongo que seremos nosotros los que ahorremos y no él. No lo veo dejando a oscuras el ministerio, apagando este invierno la calefacción de su despacho o cogiendo el Metro para ir al trabajo. Nosotros, tal como ha subido la tarifa eléctrica, deberemos pasar por todo lo anterior y algunas cosas más que aún no se me ocurren.

El ministro podría, en cambio de dinero, decir cuántos litros va a ahorrar; no sea que suba tanto el precio que cinco mil millones terminen en nada. También podría explicar el procedimiento, que tal como habla parece un secreto de Estado del que dependiera la seguridad nacional.

Lo que es posible y no se atreva a confesarlo, es que nos quedemos sin carburante o, peor aún, que estemos tan arruinados que no podamos pagarlo. No hay mal que por bien no venga, dice el refranero. Ahorraremos petróleo y ganaremos en medio ambiente.

 

La realidad es que la democracia ha pasado sus peores etapas con los gobiernos socialistas, estúpidos y embusteros. La subida de la luz, la defensa de los más desprotegidos, el regalo de los 400 €, los diez mil millones... son los últimos ejemplos; de la etapa de Felipe mejor olvidarse.

Sería conveniente para la ciudadanía que el PSOE cambiara de una vez sus siglas para adaptarlas a lo que son y mejor saben hacer: mentir, robar y embaucar liberalmente.

A la sociedad española se le abre una brecha muy parecida a la italiana: debe escoger entre la mentira criminal, y la mentira ladrona.

Está claro que al votante pepero le preocupa bien poco la criminalidad de sus dirigentes y no tiene ningún prejuicio en hacerse cómplice de sus crímenes, por tanto, y ante el previsible abandono del socialista, es seguro que la derecha española volverá a gobernar en poco tiempo.

La opción más razonable sería quedarse en casa aceptando que la democracia no existe o participar directamente en su simulacro.

 

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Democracia...

 

Hoy vemos como un mestizo, hijo de keniata negro y norteamericana blanca, puede entrar en la Casa Blanca.

Barak Obama es y se siente negro, nacido en Hawai pero criado y formado en el sur de Chicago. Obama es, además, un superviviente socialmente comprometido, enemigo de guerras y conflictos armados; y lo suficientemente inteligente para no asustar al sistema.

Los demócratas, haciendo un extraño alarde de democracia, lo han elegido como aspirante.

Ustedes me dirán que no les quedaba más remedio, que las primarias sirven para elegir al candidato, y no es así; las primarias solo sirven para aconsejar a los superdelegados. En el actual caso, la señora Clinton ha aguantado hasta el final esperando que la diferencia fuera lo más pequeña posible para que dichos superdelegados finalmente la eligieran como opción segura y fiel al sistema.

Generalmente en los EEUU, cuando un demócrata vencedor se sale del guión lo eliminan. Si no pueden hacerlo por las buenas lo hacen por las malas. J.F.K. pudo muy bien ser un ejemplo al contradecir, en la crisis de Cuba y el Sur racista, al sistema. Su hermano Robert, a punto de ser nombrado al vencer cómodamente en California, fue otro ejemplo -Robert Kennedy prometió salir de Vietnam y cambiar las leyes raciales, eso sin contar que pretendía fiscalizar a los sindicalistas corruptos- mucho más claro que el anterior. Pero por si eso no fuera suficiente, la Convención demócrata de 1968, año en el que fue asesinado, eligió en contra de la voluntad de los resultados a Hubert Humphrey, que ni se había presentado, en perjuicio de Eugene McCarthy, que había sido elegido. La diferencia es que Humphrey era favorable a la guerra y McCarthy contrario. Johnson, demócrata también, que en un primer momento prefería retirarse, había firmado contratos multimillonarios con la industria del armamento.

Obama, en el caso que llegue a la Casa Blanca, cosa dudosa por otra parte, deberá ir con mucho cuidado, ya que como se descuide lo eliminarán aunque sea con un misil en el despacho oval. Siempre queda la posibilidad de culpar a Al Qaeda y, de paso, montar otra guerrita en Irán.

Curiosamente, los republicanos, con más fama de fascistas, tienen menos posibilidades de contradecir la voluntad de sus votantes; sus estatutos lo impiden.

 

En el Reino Unido, y con motivo de la guerra de las Malvinas, se pisotearon los derechos fundamentales de sus ciudadanos, igual que ahora con la excusa del terrorismo islamista. Un buen ejemplo fue la persecución y acoso al conjunto musical Crass, crítico con Thatcher, su estilo de hacer la guerra y el hundimiento del "General Belgrano". El servicio secreto entró en las viviendas de sus componentes ilegalmente, registrándolas para encontrar cualquier motivo para detenerlos por traición; al no encontrar nada Thatcher amenazó con represalias, tanto judiciales como policiales, a todo aquel que emitiera una sola de sus canciones, provocándoles un periodo de ostracismo. Paradojas del imperio de la libertad de expresión. Luego, cuando un gobierno extranjero se queja de la BBC y sus emisiones, se amparan en la misma libertad que ellos pisotean.

 

Y no pararía de nombrar ejemplos parecidos en Francia, la patria de la libertad, aún más lacerantes e insultantes; en la misma España, con la democracia más moderna e hipotecada del mundo; en Alemania, el país constitucionalmente de acogida por excelencia... De Italia mejor no hablar.

 

Y me pregunto si no hacemos un alarde de cinismo cuando criticamos a la República Popular China con relación al Tibet. Occidente tiene muchos Tibets, demasiados para ir dando lecciones de moral y democracia.

 

 

MANIPULACIÓN

 

Somos bombardeados con miles de imágenes, de noticias, de ideas... hasta casi el infinito.

Hace pocos años, de mediados a finales del siglo IXX, se representaba una realidad discutiéndola como si fuera cierta. El hombre era arrastrado a los movimientos de masas a través de sistemas que utilizaban una representación casi teatral. Los Estados, fieles herramientas de un poder fáctico, promocionaban el nacionalismo exacerbado, la diferencia racial y la supremacía cultural de sus ciudadanos.

A principios del siglo veinte y gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación: el cine, la radio y la mayor difusión periodística, el procedimiento tuvo que cambiar. Los medios de comunicación dedicaron sus esfuerzos en enseñar la parte que interesaba al sistema, sesgando, mintiendo sobre el tema tratado o degradando con invenciones plausibles al contrario. Los publicistas y propagandistas inventaron sistemas de emitir el mensaje con expresiones e imágenes alejadas de la verdad, pero realistas para el ojo y el oído del receptor. Eran los tiempos de la revolución soviética, y para movilizar al ciudadano se necesitaba algo más que la diferencia cultural, racial, o nacional. Los movimientos, aunque bajo el aparente paraguas nacional, incidían sobre la economía y el reparto de la riqueza. Los medios hablaban de ello por encima de cualquier tema. Los gobernantes, aunque altamente racistas por su clase social, no eran escuchados por su mensaje xenófobo y nacionalista sino por sus éxitos en la economía y el bienestar. Los gobiernos, como la religión, siempre van unos cuantos pasos por detrás de la sociedad. Defienden unos postulados o, mejor, basan parte de su discurso en algo que la mayoría no cree pero soporta como un mal menor.

Hoy vemos como el sistema, para seguir gobernando, utiliza medios mucho más sofisticados. La manipulación propagandística de antaño ya no convence; el ciudadano, al mejorar su cultura y ampliar la calidad de su información, es más difícil de convencer con engaños. La burda y pueril manipulación de la verdad en los tiempos de la guerra fría, dejaron a la ciudadanía harta de tanto embuste. Ahora es el tiempo de las tertulias radiofónicas y de la participación. El propagandista hace que el receptor sea partícipe de su historia, lo envenena, excita y hace que la comparta. Para ello lo escoge con cuidado, dejando de vez en cuando que participe algún contrario; siempre con el poder de ridiculizarlo evitando la posibilidad de réplica, en caso de que sea una tertulia radiada, o atrapándolo entre varios fuegos amigos si es televisada. En caso de que el sistema sea más popular y descontrolado se puede aislar económicamente hasta dejarlo en un lugar marginal, sin asfixiarlo para dar más verosimilitud a la libertad coartada.

 

El próximo objetivo es desarrollar un nuevo descubrimiento. El gobernado ha demostrado estar a la altura del gobernante; ya no le intimida conocer la verdad y asume su parte bastarda. El propagandista solo debe incidir sobre las ventajas a título colectivo de la política que publicita.

El desastre de Sarajevo, la invasión de Irak, el genocidio palestino... La imposibilidad de mantener la manipulación de la realidad, y el sorprendente descubrimiento que el público no necesitaba ser engañado para evitar sentirse cómplice.

Ya no es necesario mentir, sino sólo seguir manipulando para hacer creer al ciudadano que el desastre del vecino, su ruina y muerte puede beneficiarle. La vuelta a la nobleza y sinceridad de los tiempos de Roma, cuando el populacho chillaba felizmente histérico al ver las caravanas de esclavos encadenados y botines robados que prometían otro lustro de esplendor y riqueza.

No nos engañemos, los republicanos no perderán el poder por los engaños e infantilismos del presidente más mediocre de la historia norteamericana, sino por el encarecimiento y pobreza. La guerra no ha sido rentable y la ciudadanía se ha sentido engañada por ello.

El PP no perdió por la manipulación criminal; tampoco en sus feudos por robar con chulería o por denostar a una parte de la ciudadanía, sino por el olvido que ésta también tenía derecho a elegir.

Blair no perdió su sillón por sus mentiras criminales, sino por el desastre económico de una población de mileuristas embargados y arruinados, que esperaban una lluvia de petróleo barato.

 

Nos seducen con burdo engaño.

Pretenden que sigamos ciegamente a una bandera asesina, despiadada, intransigente...

Nos hacen creer que debemos fidelidad a un sucio trapo, enquistado por la sangre seca de millones de seres humanos, maloliente por la descomposición de la carne, de la mierda adherida en mil años de disputas de poder. Que sigamos su estela de guerras y muerte; el camino de reyezuelos y tiranos, que con la sangre de sus esclavos la mancharon hasta darle el color que hoy tiene. Oro de fondo, el aprehendido a sus vecinos y robado a sus vasallos; manchado de sangre, la de sus enemigos y de los hombres que tuvieron la suerte de nacer siervos de su casa. Nos prometen que si veneramos semejante detritus de la historia seremos hombres honorables, libres y felices.

 

 

MENTIRAS

Ceno con Amara unos espaguetis al pesto, y mientras, miramos el programa de Callejeros. Hoy hablan del Cabanyal en Valencia. Parece ser que el ayuntamiento quiere expropiar para construir, algo lógico siendo valenciano y pepero. Ofrece, según un vecino, 30.000€ por su vivienda.

La copa América pasa factura, igual como la pasaron las olimpiadas barcelonesas, solo que entonces a las familias no las indemnizaron sino que a cambio les dieron una vivienda nueva en mejor estado que la expropiada. Diferencias siempre debe haberlas. El PP levantino es radicalmente distinto al CIU catalán, como también el PSPV al PSC.

Valencia es lo más parecido a Nápoles o Palermo que hay en España, eso en el caso de la mafia y el fascismo; con relación al urbanismo se parece a Somalia.

Y me dirán que exagero, pero no sé si fue en este blog donde comenté que no sé de otro país africano donde se urbanice con permiso estatal sin derecho al agua, y ya no digamos en el resto del mundo.

Y veo a gente sencilla: gitanos, drogadictos, chatarreros; pero también trabajadores, pensionistas... gente que siempre ha vivido allí y otra que se ha dejado caer en un lugar donde nadie controla. Todos tienen derecho a mantenerse en su vivienda, sobre todo los que siempre han vivido en ella y no tienen otro lugar donde ir.

También sale una mujer joven, típica progre con pasta. Su casa está a lo alto del pueblo y desde ella a duras penas se divisa la playa; la ha restaurado con esmero, dándole un toque de autenticidad, un ambiente de calidez que, se nota, ha costado mucho dinero.

Está satisfecha porque tirarán la parte vieja y cochambrosa que le impide la vista de la playa. Le preocupa que no construyan una biblioteca, jardines y, supongo, algunas cafeterías de moda para pasear con las amigas; también la posible especulación que pueda hacer la Rita. Seguro que vota al PSPV, tiene toda la pinta.

 

Es posible que veamos, una vez más, a este partido tan poco socialista y tan ultraliberal, frente una huelga general. Curioso que sea el PSOE el único que se las come todas. La misma UGT reconocía en las anteriores legislaturas, que era más fácil y beneficiosa la negociación con la derecha que con su partido de referencia.

Lo cierto es que si volviera a ocurrir, sería tan salvaje y descontrolada que todo el sistema se tambalearía, ya que dudo que los sindicatos, por muy mal que vayan las cosas, la promuevan y puedan controlarla.

Los actuales sindicatos son completamente amarillos, vendidos a la patronal gracias a los subsidios entregados por el gobierno. Los dirigentes sindicales se parecen más a unos cabecillas pagados por el Estado, que solo sirven para boicotear cualquier huelga que no sea de un grupo de presión; solo entonces participan, pero no para defender a los trabajadores sino para canalizarla.

Escucho a un transportista, ex afiliado a la CCOO y trabajador por cuenta ajena, decir que él no gana ni pierde nada con la huelga, pero que si lo detienen, aunque solo sea para informarle, parará el camión.

Amara, cuando tuvo que tramitar la larga enfermedad, se presentó a su sindicato, también la CCOO, para ver como podía solucionar el problema. Le pusieron tantas trabas e inconvenientes que más parecían la Seguridad Social que el propio sindicato. Al fin consiguió que la desviaran a sus abogados, los cuales, aparte de hacérselo difícil, le presentaron una minuta astronómica en caso, eso sí, de conseguir la pensión. Enferma y desorientada, con dolores que la inhabilitaban incluso para leer, visitó a los abogados de la empresa, que, curiosamente, la ayudaron y facilitaron el trámite sin cobrarle nada.

Hoy vemos a los sindicatos “oficiales” intentar boicotear la huelga con acuerdos paralelos y bajo mano con el gobierno, cuando realmente no representan a los huelguistas. A pocos empresarios autónomos se les ocurre afiliarse a la CCOO o a UGT.

 

El día once, según el gobierno, la huelga era residual y un problema de orden público; para el, él precio del carburante o la circulación de camiones sin tarjeta de transporte ni seguro no lo era tanto.

El doce, según ellos, ya se había solucionado, pero las grandes superficies estaban desabastecidas, en el puerto y aeropuerto la mercancía se agolpaba, y la poca que salía era previo pago de las tasas de almacenaje de los días excedidos; como si el ciudadano empresario tuviera la culpa y la responsabilidad.

El día trece, para el gobierno, la huelga ya era cosa pasada; mientras, la industria del automóvil pedía tres días de regulación y en el puerto la mercancía seguía sin salir.

Industrias pequeñas y medianas han cerrado adelantando unos días de vacaciones. Fábricas de pintura, cableado, impresores, pintores industriales, tejedores... llevan dos días limpiando y arreglando los locales por falta de suministro.

La huelga es secundada por los pequeños propietarios y sus trabajadores autónomos, y por las grandes empresas de logística, que, para ahorrarse sueldos y la compra de los camiones, trabajan exclusivamente con autónomos bajo contrato. Todo eso ocurre mientras el sindicato minoritario, según los otros, claro, decide continuar el paro y cambiar la estrategia de revuelta.

El gobierno miente.

Un gobierno decente no puede sacarse, a los tres días de huelga, propuestas de la manga, como si un prestidigitador se tratara, para convencer a los huelguistas. ¿Por qué no lo hizo antes, evitando así la huelga y los multimillonarios perjuicios al país?

La explicación es sencilla. El gobierno no puede, por falta de capacidad, de voluntad y de inteligencia, cumplir sus promesas; y lo sabe y sigue mintiendo.

 

Escuché en la televisión del restaurante donde almuerzo al ministro de economía decir que el gobierno había inyectado diez mil millones en el sistema. Y la gente ni se lo miraba, ya ni se reía de sus mentiras.

De los diez mil millones, seis mil son para pagar los famosos cuatrocientos euros, esos que todavía nadie ha visto: Y miente porque lo único que hará, si puede, es dejar de retenerlos de las nóminas en cómodos plazos.

Por otro lado inyecta una cantidad imposible de valorar, en forma de un aplazamiento de las hipotecas sin costos adicionales, lo cual significa que lo único que hace es garantizar la continuidad del beneficio bancario a costa del erario, ofrecer más cancha consumista a los hipotecados y pagar el coste del cambio a los responsables del desaguisado financiero: la banca.

Y me pregunto por qué se debe premiar a los incompetentes en cambio de a los competentes. De seguir así, los financieros habrán descubierto un filón: llevar al país al colapso crediticio para, luego, extender la mano y cobrar por el servicio.

 

 

ESTÚPIDA CRISIS

 

 

    Ya en el año 1997, hace once años, los que supieron del coeficiente de crecimiento chino, debían haberse dado cuenta de lo que significaba para la economía mundial.

    La globalización y entrada en la cadena del consumo de cientos de millones de ciudadanos asiáticos no chinos, también era otro factor a tener en cuenta; pero el más importante por su cantidad y calidad era, con mucho, el chino. Muchos de nosotros, sobre todo en mi entorno industrial, hacía tiempo que esperábamos ese resultado.

    Mucho antes de esas fechas ya se hablaba y se había demostrado el gran desequilibrio ambiental y la inexistencia en el planeta de suficientes recursos para soportar un crecimiento de tal magnitud, junto el mantenimiento de la calidad de vida del primer mundo.

 

    En el 2005 ya se daban los primeros serios avisos de parón económico junto al desinflado  de la burbuja inmobiliaria. En aquellos tiempos, el que escribe entraba en discusiones económicas y políticas de foros donde participaba, se supone, la clase dirigente de nuestro país. Nadie, ninguno de ellos hacía caso, ya no a las predicciones sino lo que cualquier persona que quisiera mirar más allá de un palmo de su nariz podía ver sin demasiado esfuerzo intelectivo. Los economistas, financieros y políticos del foro solo se preocupaban por mantener la burbuja, costara lo que costara, en detrimento del desarrollo económico basado en lo social.

    Hoy, los primos de aquellos, aunque de otra sensibilidad política, piensan lo mismo aun sabiendo, puesto que así lo han reconocido, que la solución no está en seguir construyendo sino en aumentar los servicios y su calidad.

 

    Visto todo eso, es inconcebible que un ministro de economía anuncie a bombo y platillo que en el 2010 comenzará la recuperación económica. No sé en que basa su predicción, si es que ha visitado a su astrólogo o alguien le ha leído la mano. Lo que es seguro es que este hombre no puede saber si habrá crecimiento o decrecimiento. En todo caso, con los actuales datos solo se puede prever lo último, lo cual tampoco iría tan mal.

    Hoy por hoy, el señor ministro solo puede estar seguro que no puede pagar la devolución de 400€ prometidos tan alegremente por el nuevo gobernante.

    Ustedes dirán que considero al ministro algo tonto. Es posible.

    No se engañen. Mucha gente, sobre todo en Catalunya, considera a Solbes el mejor ministro de economía de la democracia. Rato tampoco era una maravilla, con él España creció con desmesura pero sin profundidad, gracias, sobre todo, al fondo europeo de cohesión que significaba la mitad de nuestro crecimiento; la otra mitad era exclusiva de la construcción.

    Rato tenía categoría y autoridad, pero no calidad; lo ha demostrado con el fiasco del FMI durante su mandato. Solbes tiene poca categoría y menos autoridad, pero más calidad. Ahora bien... ser el mejor no significa ser bueno; además... ¿ya nadie recuerda a Abril Martorell, Fuentes Quintana y Fernández Ordóñez? Esos sí que tuvieron que lidiar con una economía difícil y una deuda inmensa.

    Entonces... ¿Por qué nos engañan de esta manera?

    Pues porque los socialistas aún creen que el país es el reflejo de los que van a sus mítines. Piensan que somos estúpidos y van de listos, más o menos como Felipe con sus ochocientos mil puestos de trabajo y cien años de honradez, que se convirtieron en dos millones de parados y ocho años de despilfarro y latrocinio.

 

    La economía española, tal como hace muchos años se sustentó en el turismo y después en la construcción, ahora debería incidir sobre una industria manufacturera de calidad y refinamiento, de diseño y exclusividad; junto a haber administrado con cuidado los excedentes de liquidez que el Estado ha disfrutado esos últimos años.

    Se debería haber tejido poderoso sistema de servicios sociales y de mantenimiento ambiental, aunque fuera con empresas mixtas. Eso repercutiría en empleos de cierta calidad que servirían para defender el territorio de los difíciles tiempos que nos esperan. Y, por otro lado, para aumentar la calidad de vida del ciudadano utilizando el superávit del tesoro inyectando directamente liquidez en las familias obreras y jóvenes empleados, que son los que mueven más y mejor el dinero, creando gasto, riqueza y nuevos ingresos a las arcas del Estado.

 

    Bien... Ahora nos encontramos sin dinero, ya que otra vez ha sido dilapidado, con los bosques y las costas desatendidos a merced del cambio climático; con un paro imparable a causa de no haber sabido dar solidez al gasto, amparándolo exclusivamente en la nueva construcción; con nuestras industrias más entregadas a producir productos de tercera, para vestir en plan barato las nuevas viviendas (cocinas, baños, azulejos, frigoríficos, etc); productos que los chinos hacen mejor y más barato; y con los Ayuntamientos y Autonomías sin recursos, ya que, gracias a la inteligente estrategia económica de Rato, se sustentaban en la construcción de nueva vivienda.

 

 

ABSURDA JUDICATURA

 

 

    Este tema parte de una respuesta al comentario del amigo Homero sobre la judicatura en mi otro blog "Bajo un Ciprés".

    Al ir escribiendo me percato que estamos abriendo una discusión que puede ser larga y compleja, y que, por descontado, merece una atención especial; de ahí que lo edite en este blog más de opinión que el anterior.

 

 

    La judicatura está compuesta por hombres normales y corrientes. No es bueno pretender algo diferente: hombres perfectos e intachables.

    Sus funcionarios deben obedecer la ley de los hombres y seguir sus dictados al pie de la letra, no deben desviarse un ápice de ella, y en caso contrario deben ser rectificados como todo hijo de vecino.

    Al hombre la honestidad se le supone, aun así, la sociedad debe poner reglas para que el supuesto no tenga opción de no serlo.

 

    Hoy escuchaba una interesante tertulia en la radio. Hablaban del problema de la judicatura, más comedidamente que yo, decían lo mismo pero con menos radicalidad.

    El problema, según ellos, parte de la falta de inversión, del abandono del aparato de la justicia por parte de los políticos, de la falta de comunicación entre los distintos juzgados y comunidades autónomas. No ha faltado el que uno de los tertulianos, director de la Razón y reconocido enemigo de estatutos y autonomías, incidiera en la descoordinación entre ellas. Es joven y, por tanto, no recuerda que hace un montón de años, antes que la justicia hubiese sido traspasada a las diferentes comunidades, la descoordinación era absoluta entre provincias e, incluso, poblaciones.

    Un atestado, archivo o dictamen podía tardar dos meses en llegar de Barcelona a Hospitalet de Llobregat, cuando dichas ciudades sólo están separadas por una calle.

 

    Cierto, la falta de inversión, los sueldos miserables, la descoordinación... pero también la desidia, el desinterés, la corrupción y la ignorancia.

    Los tertulianos denunciaban el caos que existe en los tribunales de lo penal y se preguntaban qué debía suceder en los administrativos, menos propensos a la noticia alarmista.

    Si alguno de ustedes ha sufrido, por falta de pago o atraso, el embargo de sus bienes por parte de un banco sabrá que los juzgados son sumamente diligentes a la hora de hacer efectivos los procesos que atañen a dichas entidades. Si usted tiene un contencioso con una firma de automoción, los expedientes se alargarán eternamente o se perderán en cualquier traslado, pero si es la firma la que lo demanda, los expedientes aparecen con rapidez y en carpetas inmaculadas. Si usted padece el impago de un moroso deberá perseguir a la judicatura, presionarla y molestarla para, con un poco de suerte, ver el juicio, que no el dinero, antes de su jubilación. Si es una compañía de seguros la que lo demanda, no se preocupe usted, el juicio saldrá adelante sin apenas demora. Si es usted el que demanda a la compañía tiene todos los números de envejecer sin ver el final... Eso sin contar los juicios en los que se aceptan facturas a todas luces falsas, recibos firmados por personajes inexistentes, firmas falsificadas, etc.

 

    Dice Homero en su blog, que la democracia debe ser sustentada por una justicia independiente y eficaz. Es cierto, sin una justicia justa no existe democracia.

    En muchos países la policía es corrupta porque con lo que gana no puede mantener su familia; ese problema es traspolable a toda la masa funcionarial: maestros, médicos, etc. cada uno busca la supervivencia a su manera.

    En España, tanto los jueces como los funcionarios de la judicatura, ganan sueldos de miseria y el trabajo que deben desarrollar es superior a sus posibilidades; es normal, que no natural, que acepten regalos, trabajo en horas libres o, directamente, pagos para perder o adelantar ciertos expedientes.

    Me dirán ustedes que intento excusarlos.

    No es así. El juez que trabaja en un juzgado con sótanos repletos de archivos, funcionarios que están de baja permanentemente o muestran desprecio por su trabajo, teléfonos que no funcionan, ordenadores desconectados de la red, etc. acepta el sistema, lo asume como suyo y es cómplice de su mal funcionamiento. El juez, si tan justo se considera, debería dimitir como tal, denunciar el caso y dedicarse a ejercer la abogacía. Entonces, al gobierno de turno no le quedaría más remedio que solucionar el problema.

 

    Los tertulianos achacaban el abandono de la judicatura por parte de los diferentes ejecutivos que han existido en España, a que la inversión en justicia no es electoralmente rentable. Esta inversión, en principio, no se aprecia en el bolsillo del electorado, tampoco en la calidad de los servicios: carreteras, suministro de agua, precio de la leche... Digo en principio porque si la justicia funcionase, el resto de las funciones del Estado mejorarían. Desaparecería la corrupción, el desfalco; mejorarían los servicios gracias a que las denuncias serían tomadas más en cuenta, etc.

    La emisora llama a un político de CIU, Felip Puig, exconseller de política territorial, obras públicas y medio ambiente. En su paso por dichas consellerías se hizo evidente que Catalunya necesitaba un nuevo partido gobernante. Como conseller no hizo nada positivo y la Generalitat se convirtió en un nido de corrupción y comisiones; y en el territorio se atentaba impunemente contra el medio ambiente.

    Es de suponer que a este señor lo llamaron para conocer su opinión sobre el descalabro de la justicia en España y, en especial, en Catalunya. Su respuesta se convierte, obviando por completo el problema, en una denuncia sobre la manipulación, amenazas y presiones que el Tripartit hace a los medios de comunicación.

    Los periodistas, perplejos, no saben que responder, solo insinúan que más presiones de las que hubo durante su gobierno no las hay. Lo cierto es que, haciendo memoria, recuerdo el cuidado que tenía la Generalitat de entonces en anunciar cualquier chorrada con páginas enteras en algunos diarios afines al partido; eso sin contar la multitud de ayudas repartidas con la excusa de ser editados en catalán, cuando otros que no lo eran también las recibían por poner algún titular, y otro que se publicaba enteramente en el mismo idioma, pero de talante independiente, era sorprendentemente "olvidado".

 

    España, Catalunya, etc... nunca serán democracias sólidas con políticos, que ladran, lloran, estafan, dilapidan... y les importa un comino la justicia.