ES MUY FÁCIL QUE ME MATEN, PERO NO CALLARÁN MI VOZ NI TAPARÁN LA VERDAD
A veces olvidamos que existen personajes fantásticos, en países donde creemos que la democracia está perdida de antemano.
La invasión de Afganistán se produjo como respuesta al 11S. El gobierno de aquel país alentaba y daba cobijo a los terroristas que provocaron aquella masacre, o eso es lo que nos hicieron creer en aquel momento.
La idiosincrasia de los regímenes norteamericano y británico, el carácter de sus agencias de espionaje y su desprecio por las libertades y los derechos fundamentales hacen creer cualquier cosa, desde un autoinflingido atentado, la provocación de este o, también, que fuera real.
Lo curioso es que el atentado fuera como respuesta a la invasión del Irak por infieles occidentales y su permanencia en suelo saudita y kuwaití, en cambio de su desprecio al pueblo palestino y a los árabes en general. Y digo curioso porque el régimen suní de Irak era lo más parecido al occidental dentro del mundo árabe y, por tanto, enemigo acérrimo del integrismo saudita; y lo que Occidente hizo fue destruirlo y promover la ascensión al poder del chiíta alineado al iraní.
Lo más razonable hubiera sido, tras la invasión de Afganistán y aprovechando el colapso producido en las filas talibanes, la imposición de una democracia en su sentido más global posible. No ha sido así. El parlamento afgano está compuesto, casi en su totalidad, por los antiguos señores de la guerra, algunos de ellos talibanes y casi todos narcotraficantes; personajes que deberían estar procesados por un tribunal internacional.
Mientras los anglosajones combaten o dicen combatir el narcotráfico sudamericano, promueven el afgano nadie sabe con qué fin. Pero debemos creer, a menos que se hayan convertido en tan estúpidos como sus valientes soldaditos, que dejan la vida para que la droga llegue con comodidad y soltura a través de Rusia, Bosnia (de eso deberíamos hablar algún día), etc., que es para que alguien se enriquezca.
La realidad es que estamos defendiendo un régimen corrupto, a todas luces inhumano, que acaba de promulgar una ley contra la mitad de su población: las mujeres.
En pleno siglo XXI tenemos, cómo no, 1240 soldados para defender el tráfico de la droga y la esclavización de la mujer.
La nueva ley aprobada por el parlamento dicta que la mujer debe pedir permiso al marido para salir de su casa, excepto para asuntos urgentes; y debe "arreglarse" convenientemente y tener relaciones sexuales cuando este de lo exija.
Lo increíble del asunto es que nuestra ministra de defensa (aún no sé porque no se le llama por su nombre: del ejército), feminista como ninguna, va y viene de Afganistán como si nada; saluda a sus soldados, los alienta y grita proclamas patrióticas. No sé si alguna vez les ha contado por quien luchan, por lo que están allí.
Hoy vemos a una mujer, Javier Auserd ha hecho que la recordara, luchar por la dignidad de la democracia en su país. No ha comenzado por las mujeres sino por la democracia. Y es que sabe que lo uno conlleva lo otro en toda su magnitud.
Malalai Joya es una mujer inteligente y valiente que no teme enfrentarse a la corrupción y a la inhumanidad. Es parlamentaria electa, pero ha sido procesada y expulsada del parlamento de su país. Va de país en país proclamando sus ideas por la democracia; ha sido amenazada de muerte por defender la libertad de la mujer y ha sufrido cuatro atentados, cada noche duerme en un sitio distinto y viaja con cuatro escoltas; pero no abandona Afganistán, dice que sería rendirse.
Esta mujer no es recibida por Zapatero, el gran demócrata; tampoco por Obama ni Sarkozi; por descontado, tampoco por Berlusconi, ya que no debe estar buena para su gusto ni se deja follar por dinero. Tampoco la veremos en el despacho de Carme Chacón, aunque según ésta defiendan lo mismo; ni al del Papa de Roma ni al de Rouco...