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UN GATO EN EL BALCÓN

CRISIS FINANCIERA

 

 

    Siguiendo por curiosidad el recorrido y la explicación de la actual crisis económica, cuyo comienzo creo que fue a principios del 2007 y su previsible final nadie conoce.

 

    Ya hace mucho, más allá del 2007, que los responsables de la economía mundial debieron o deberían haberse percatado de la crisis de materias primas. Es de suponer que la necesidad de contentar al electorado, el temor político de anunciar la falta de recursos del planeta para mantener a toda la población, junto al crecimiento económico de algunos territorios a causa de la globalización, han conseguido que la crisis estallara sin previo aviso.

    Los chinos, sin tantos perjuicios electorales, con una población emergente y suficientemente culta, con una clase empresarial hecha a sí misma que empuja sin pausa, son los que están más preparados; para ellos, que parten de la nada, cualquier avance es significativo, aunque tengan que flirtear con la falta de materias primas o alimentos. Ya están acostumbrados a eso y nada de lo que se espera es peor a lo vivido.

    Mientras los occidentales negociaban el mantenimiento de su estatus, los chinos, sin hacer demasiado ruido ya se habían apoderado de la minería de muchos países, como también habían contratado la adquisición de grandes cantidades de alimentos para un futuro nada lejano.

    Chinos, rusos e indios adquieren con dinero occidental, primero con muchos dólares y pocos euros, y ahora mitad y mitad, todo lo que encuentran para una sociedad consumista cada vez más parecida a la nuestra. El dólar baja, hay demasiados en el mercado y en Norteamérica ya no queda nada de interés que comprar. Los economistas y financieros occidentales dan explicaciones rocambolescas sobre eso, y no siempre sino cuando pueden; explicaciones que ya no convencen a nadie, porque en el fondo todos sabemos que sucede la historia de siempre, la que pervive en caso de apuro: la eterna cuenta de la vieja.

    Mientras, el gigante se alarma: la China se está armando de manera inteligente y masiva con tecnología propia o adquirida en Japón, Europa y los EEUU. Los norteamericanos saben que para recuperar las fuentes de materias primas solo les queda la fuerza bruta, y si en esto también pierden la iniciativa están perdidos; han de darse prisa y sus generales son reacios, saben que el país, por grande que parezca, ya no puede ni está por la labor.

 

    Los grandes dirigentes financieros intentan no darle importancia a la actual crisis. Durante años han estado cerrando los ojos a la previsible caída de los precios inmobiliarios, debido, sobre todo, a la imposibilidad de más endeudamiento de las familias; un problema, el inmobiliario, por primera vez global. Las entidades financieras de dudosa solvencia no tienen posibilidad de devolución de los créditos recibidos por la gran banca, tampoco pueden recibir el pago de los créditos emitidos a familias sin solvencia ni interés en pagar, ya que ésas deben cantidades superiores a sus bienes embargables. La caída de precios y los intereses abusivos han hecho que les sea más rentable dejar de pagar y buscar otro lugar donde caerse muertos. La inflación producida por el encarecimiento de las materias primas, también ha conseguido que las familias no dispongan de recursos para pagar la hipoteca.

    Demasiados financieros mediocres pululando en influyentes despachos, aupados por el poder gracias a predicciones y políticas diseñadas a su gusto. Es más agradable tener como consejero o director financiero a un hombre que promete beneficios, o sigue la política del heredero de un imperio económico, que un economista que llama la atención sobre el peligro del beneficio rápido e inconsistente.

    Los grandes economistas y financieros ya murieron o se retiraron, ahora el mando de sus empresas está en manos de sus hijos o discípulos, hombres mediocres y torpes, pero con chofer, guardaespaldas y amante, encerrados en sus fincas y aislados del mundo, que no saben hacer la O con un canuto y que se rodean de listos que les cuentan lo que quieren oír: el mundo va mejor que nunca, la crisis es un señuelo, un enfriamiento pasajero, periódico y asumible.

    La inmediatez del beneficio: las subprimes y su entramado financiero, los bancos de nombres extraños y desconocidos por muchos,  propiedad de los consejeros de la gran banca, prestatarios de hipotecas de dudoso cobro con intereses de usura, asegurados por monolines propiedad de los mismos consejeros con compañías subsidiarias; adquirientes de negocios a la baja que, una vez reflotados, su valor es manipulado para su entrada en la bolsa con mucho beneficio, sin contar que ésta puede caer por causas no calculadas por semejantes cerebros. Operaciones, todas ellas, de alto riesgo e interés, financiadas por gigantescos créditos de bajo interés extendidos por la gran banca con la que tienen intereses directos.

    El descalabro es seguro. Los bancos centrales ya no pueden regular, les está vedado por la política de los regímenes neoliberales en aras del crecimiento y la libertad de beneficios; tampoco pueden ir en su ayuda, los montantes son tan grandes que escapan a sus recursos, y los presupuestos de los Estados modernos no dan para tanto. La continua desregulación económica, los compromisos presupuestarios, las sucesivas privatizaciones... no dejan margen de maniobra. Lo máximo que pueden aspirar es regatear con la sociedad escatimándole fondos para inyectarlos a la gran banca, con la pretensión de retrasar lo más y mejor posible el descalabro y esperar el milagro.

    Los grandes financieros cierran los ojos, no saben ni quieren saber lo que ocurre, prefieren creerse sus rocambolescas pero en el fondo sencillas explicaciones: es la coyuntura, (eso no saben ni lo que significa) dicen; es pasajero, dicen; el crecimiento está asegurado, eso es un incidente sin importancia, dicen; el mismo mercado lo solucionará y pondrá las cosas en su sitio, dicen... Y es cierto que las pondrá, puesto que todo era un globo que se ha deshinchado y no hay liquidez en el mundo para recuperarlo. La ficción no tiene continuidad. La gran pirámide ha tocado techo.

 

    El liberalismo a ultranza, el financiero que busca el beneficio grande y rápido, y que existe gracias a la desregulación, a la falta de control sobre los excesivos beneficios y el camino utilizado para llegar a ellos, es enemigo del papá Estado, el que todo controla y regula, que grava en proporción aritmética los beneficios obtenidos y vigila los métodos de su obtención.

    El financiero argumenta que el control y gravamen proporcional frenan la creación de riqueza, el desarrollo. Pero cuando se derrumba por sus mismos actos y errores, por el excesivo riesgo necesario para conseguir dichos beneficios, o porque la pirámide económica eventualmente ha tocado techo, llama a la puerta del papá Estado exigiendo por el bien común, para evitar el colapso de la sociedad fondos gigantescos, la liquidez perdida.

    El Estado nacionaliza las pérdidas, asume los errores e imbecilidades de los nuevos banqueros, consejeros y trepas; sanea las cuentas y, pasado un tiempo, vuelve a privatizar los pequeños bancos volviéndolos a dejar en manos de la gran banca y sus consejeros.

    La solución pasaría, primero por volver a regular a la banca y sus beneficios, después por crear entidades financieras estatales para apropiarse de los bancos que, por su mal funcionamiento, provocan el descalabro, saneándolos a costa del capital y hacienda de sus propietarios y consejeros, y de sus prestatarios; y todo gracias a los impuestos por ellos recibidos.

 

    El banquero debería saber que, tal como embarga y se apropia de las rentas de sus morosos, también será tratado de la misma manera en caso de no poder asumir sus responsabilidades.

 

 

1 comentario

pcbcarp -

Lúcido análisis, amigo Pau. Lamentablemente, la lucidez no es algo que se prodigue entre quienes tienen cierta capacidad de decisión...

Por otra parte, pienso que "nihil novum sub sole", como dijo aquél. China, simplemente está recuperándose de un pequeño bajón de 150 años, que, en escala china, es un suspiro.