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UN GATO EN EL BALCÓN

EL ESPACIO Y CHINA

 

 

  Hace bastantes días, una noticia aparentemente sin importancia pasó desapercibida:

  Un misil chino destruyó, con absoluta precisión, un vetusto satélite de la misma nacionalidad.

  Tuvieron a bien no avisar a nadie, ni falta que les hacía. El problema viene dado porque hace menos de un año, el señor Bush, el cual podría haberse callado, dijo que los EEUU se arrogaban el derecho de negar el uso del espacio a quien considerasen oportuno. Vamos... que venía a decir que el espacio era suyo y si alguien no le caía bien, le destruiría sus satélites.

  Como es harto dudoso que Cuba, Venezuela o Irán, se dediquen a instalar satélites en el espacio, es de suponer que el mensaje iba a otro destinatario.

  De todos es sabido la estupidez del señor Bush. Todo el mundo sabe que Rusia puede mandar mísiles para destruir satélites. Un país que ha mandado satélites a Marte puede muy bien destruirlos aquí al lado. Francia, aunque a la chita callando, dispone de la misma o superior tecnología. Un cohete francés, con puntería envidiable, mandó un pepino europeo a un cometa lejano haciéndole, de pasada, un buen agujero. Ciertamente muy pocos pueden hacer eso.

  Entonces... ¿A quién iba dirigido el mensaje?

  A Corea del Norte tampoco. Nadie cree que sea capaz de mandar un misil más allá de Japón con mediana puntería, como tampoco que su ambición sea el instalar satélites por esos espacios de Dios.

  Parece que los chinos, con su acostumbrada delicadeza, le han dicho al señor Bush, que no, que el espacio también es de ellos y que si se le ocurre destruir su mal contada docena de satélites operativos, ellos pueden, muy bien, dejarlo con el culo al aire y sin tele de predicador barato.

 

  Y repito. La noticia no tiene aparente importancia, pero sí, es bastante más importante de lo que parece.

  A partir de ahora, eso de mandar satélites espías sobre un país que no es el tuyo, tiene los días contados, y el imperio, sin esta información, es un gigante con pies de barro.

  Los mísiles con los que se bombardea a un enemigo, son guiados por satélite, los aviones que se envían para actuar sobre un ejército contrario, son dirigidos por satélite. Incluso las bombas inteligentes son dirigidas también por ellos. Pero antes, otro satélite ha debido fotografiar los objetivos. Sin toda esa parafernalia sateril, los EEUU se convierten en un país normal y corriente, y su superioridad tecnológica, en cuanto a armamento se refiere, queda tremendamente limitada.

  Eso lo saben los chinos, también los rusos y, por descontado, los mismos norteamericanos, que ven atónitos como el ejército más grande del mundo, no puede terminar saliendo victorioso de lugares tan cutres como Irak o Afganistán.

 

  Habrá que cambiar las relaciones internacionales como también la manera de tratar la lucha contra el terrorismo. A este no se le vence invadiendo naciones ni paseando prepotentemente submarinos y portaaviones. Ese tiempo ha pasado y deberemos ser más cautos con ello.

  El equilibrio mundial está cambiando y no precisamente despacio. Es peligroso no darse cuenta de ello, sobre todo, cuando una nación, la más poderosa del mundo, siente que su influencia merma día a día y es gobernada por un nuevo tipo de oligarquías familiares, como el imperio romano, solo que ya no existe la esclavitud y allende sus fronteras no hay bárbaros.

  Y es que un subnormal alcohólico gobierne una nación como la norteamericana, solo por ser hijo de un expresidente héroe de guerra, se parece mucho a la antigua Roma y sus tiranillos esquizofrénicos, o a la antigua monarquía española... y no sigo.

 

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