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UN GATO EN EL BALCÓN

¡VIVA LA MEDIOCRIDAD!

 

Conservadurismo y progresismo son dos ideas claramente contrastadas. Ideas que reflejan dos maneras de pensar muy distintas.

No hay relación entre derecha o izquierda y progresismo y conservadurismo.

Se puede ser izquierdista y conservador como derechista y progresista.

Son conceptos distintos que cada uno se los apropia como más le conviene.

El thatcherismo era conservacionista en apariencia y sus ideas ultraliberales eran tan antiguas como la prostitución. El aznarismo era derechista a ultranza y conservacionista en apariencia. Pero tanto el uno como el otro no hubiesen dudado en liquidar las monarquías de sus países para conseguir sus fines políticos. Por tanto, eso los hacía muy poco conservacionistas.

En cambio, tanto laboristas como socialistas se autodenominan progresistas bajo el paraguas de sendas monarquías.

 

Conservador es aquel que odia los cambios y le está bien el inmovilismo.

Progresista es aquel que propugna cambios para mejorar lo ya establecido.

El problema del conservador es que su inmovilismo termina conllevando retroacción y su inercia lo traslada a recuperar las posiciones anteriores a su entrada al poder. El conservadurismo, entonces, se transforma en retrógrado.

El problema del progresista es que su afán de demostrar su progresía le hace desarrollar cambios que rompen y desequilibran el sistema. Luego se aferra a ellos como dogma. Ya le va bien, sobre todo si con ello consigue un lugar estable en la sociedad. Por tanto, el progresismo se convierte con facilidad en conservadurismo con el agravante de la destrucción de lo que antes funcionaba.

En el centro de estos movimientos se instalan los tránsfugas del conservadurismo y el progresismo. Tránsfugas que no han podido o sabido encajar en alguno de los dos movimientos, que no han conseguido su lugar estable en la sociedad. Tránsfugas aparentemente horrorizados por lo retrógrado del conservadurismo o el inmovilismo subyacente del progresismo.

El famoso centro. Un centro que se alimenta de la mediocridad de los otros movimientos.

Un mundo de mediocres que para demostrar continuadamente su valor deben mover ficha constantemente, deben esforzarse en ser equidistantes a los dos polos opuestos, deben luchar contra los dos y defenderse de su poder de absorción. En suma, han de convencer a la ciudadanía con nuevos planteamientos imaginativos y, a la vez, sin romper demasiados moldes.

¿Y por qué?

Porque son mediocres y lo saben.

 

Desde este desapasionado punto de vista, sin ideología aparente ni influencia ideológica. Con visión, tan solo, positivista y dejando de lado las tendencias innatas de un servidor... Sólo puedo decir:

 

¡Viva la mediocridad!

 

1 comentario

falete -

es gracioso, a mí un conservador reformista me suena a lo más equilibrado en este mundo globalizado, mientras que un progresista conservador (el que se dice de izquierdas pero gusta de la propiedad de un buen coche, casa, familia, terrenos, derechos patrimoniales y cosas mas abstractas como patriotismo, afinidades sociales y credenciales, etc) me suena a lo más progre que pueda darse en esta sociedad.
saludos, muy buen blog.