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UN GATO EN EL BALCÓN

LA DEBACLE

 

El problema de la derecha española es que, no sólo perdió, hace tiempo, el centro, sino que también es gobernada por la ultraderecha.

Blanco los acusa de pertenecer a la Triple A, y algo habrá de ello por lo que parece. Tampoco es que lo denuncien por difamación. Más les vale que se retiren antes de ser acusados formalmente de terroristas.

 

Ayer vi la confirmación de una debacle.

Demasiado ultranacionalistas, ultraconservadores, ultraliberales... Demasiado ultratodo. Hasta yo, que les tengo manía, pensé que era una lástima.

Y sus últimos bancos parecían el patio de un colegio, parecía un aula donde se instalan los críos consentidos y maleducados.

¿Qué dirán los periódicos sobre lo que se vio ayer?

Supongo que los catalanes se cebarán con mesura. Es el sistema para que su público saque sus propias conclusiones, eso nunca les ha fallado.

El País, es de suponer que no se andará con sutilezas. Y el Mundo perderá la poca credibilidad que le queda atacando y mintiendo sobre el presunto vencedor, en cambio de defender, en lo posible, al perdedor.

Cuestiones todas ellas bastante penosas para una democracia de cuatro putos días a la que creen consolidada.

 

Un presidente de gobierno defendiendo y ensalzando sus logros, sin que sean totalmente suyos. En todo caso, son logros conseguidos a través de una política con raíces mucho más profundas.

Un jefe de la oposición lloriqueante y desguazado ante una realidad a la que se siente extraño y desplazado.

Un presidente que se arroga un mérito que no existe. Un país endeudado con sueldos cada día más bajos y un crecimiento económico basado en la especulación.

Mientras tanto, un jerifalte con cara de antipático, anteponiendo los derechos de una institución caduca a la de sus propios ciudadanos. Con el bagaje del boicot a los productos de una parte de su sacrosanto territorio y unos panfletos insultantes al idioma imperante en él.

Mal vamos con estos políticos.

Políticos que mienten los unos y traicionan los otros.

 

Como catalán, pienso si no era más sencillo poner las cartas sobre la mesa y decir:

- Hasta aquí puedo llegar. Más, ya no.

¿No era más sencillo eso que buscar pactos bastardos a la ideología que dice defender?

El nacionalismo, en democracia, no es una buena opción. Si los partidos generalistas se adaptaran y federaran convenientemente, el nacionalismo desaparecería. Pero la dualidad, el bipartidismo como sistema, es aun mucho peor. Es el fin de la democracia, y eso lo vemos en América. En Europa, por suerte, eso no es posible y el ejemplo más evidente lo tenemos en Italia.

Los partidos europeos necesitan de pactos entre ellos, entre los que tienen algo en común y, eso, hace que la democracia funcione.

 

El que parlamenta y negocia, el que no se cree en posesión de la verdad absoluta, ése puede gobernar aunque sea parcialmente, puesto que sus ideas las convierte en negociables.

Rajoy, como Berlusconi, aun creen que el país les ha robado el poder.

El que piensa así, ni es demócrata ni merece gobernar.

 

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