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UN GATO EN EL BALCÓN

DE PREDICCIONES

 

    La productividad en mi edificio industrial ha caído más del 50%. Algunas empresas han cerrado y otras han bajado la producción. El portero sigue cobrando lo mismo, el vigilante del parking también, así como los camareros del restaurante, del bar, los conductores de autobús... pero producen menos, hay menos negocio, menos usuarios.

    ¿En que se basa un gobierno para asegurar que existe crecimiento?

    Quizá en que hay más gente trabajando.

    Más gente pero cobrando menos es un mal crecimiento.

    ¿Y en qué se basa un gobierno para decir que se mantiene el PIB?

    Quizá en lo que cobran los funcionarios, en que hay más aunque nadie sepa a qué se dedican.

    Eso no es producir más, no es crecimiento.

    Los economistas, tras un largo y sesudo estudio, consideran que sí, pero no es cierto. Los economistas han olvidado, de tan retocarla con ingeniería financiera, los secretos de la cuenta de la vieja.

    Uno no puede crecer si no aumenta su productividad y el beneficio que saca de ella. No puede ser que un trabajador vea su sueldo ceñido al IPC cuando se le ofrece constantemente nuevos productos y gastos en aras del crecimiento.

    Mi portero no puede adquirir cada cinco años un automóvil con más tecnología, un televisor más grande... no puede porque no gana ni genera más riqueza; como tampoco puede ampliar sus expectativas de consumo con un ordenador que antes no tenía, por lo mismo.

    El crecimiento que nos han vendido es una quimera, un engaño, y el globo ha reventado. Un globo que en último término se ha sostenido gracias a la globalización: productos baratos fabricados en el tercer mundo con sueldos de pena y sin cobertura social, explotación infantil o, lo que es peor, esclavismo brutal. Y, claro, eso no tiene continuidad.

    Debemos buscar otra manera de producir más robótica u otra manera de consumir más humana.

 

    Ahora aparecen las nuevas previsiones de crecimiento, esta vez positivas, aunque se tardará en llegar a la cota anterior. Dichas previsiones se basan, no cabe duda, en el aumento de masa monetaria. Los bancos centrales han fabricado dinero y creen que eso solucionará el problema. No será así, este dinero tan solo servirá para enjuagar algunas pérdidas de la banca financiera, que lo absorberá mediante una inteligente política de captación. Mientras tanto dicha banca despedirá miles de trabajadores. No hay tanto negocio y no los precisa.

    Primero fue la construcción, después los servicios: bares, restaurantes, hoteles... ahora le tocará a la banca.

    Es estúpido crear dinero en plena recesión, aparte de antinatural, pues recesión significa una caída de producción y, por tanto, solo puede acarrear una sobre inflación a medio plazo. Al principio no. Primero conseguirá bajar el paro y la tasa de crecimiento subirá poco o se estabilizará, pero a no ser que cambie nuestra manera de producir y consumir, en cinco años volverá a caer con más virulencia si cabe.

 

    En España el problema se centra en una falta de productividad y un exceso de gasto. España debe mucho más de lo que produce, y su endeudamiento se ha sustentado en el aumento artificial del valor de su suelo. Ahora no solo debe frenar sino que está disminuyendo, y lo hará hasta llegar a niveles de estabilidad emocional.

    La banca española, al ser incapaz de asumir tanto endeudamiento e inversión, buscó financiación externa; vendió hipotecas, en teoría sanas por estar avaladas con el trabajo, no a sí mismas, del comprador.

    Pronto veremos a miles de familias en suspensión de pagos o planteando una reclamación de responsabilidad sobre el prestatario, el que tasó el inmueble a un precio pretendiendo, ahora, quedárselo a otro o descubriendo su engaño al venderlo por la mitad. La deuda, en todo caso, será con el exterior; por tanto la masa líquida del Estado irá disminuyendo a medida que se vayan pagando los plazos.

    La quimera de revender, rehipotecar o atraer con nuevas sobrevaloraciones del suelo al capital extranjero se ha disipado de la noche a la mañana.

   El Estado reducirá sus cuentas, recibirá mucho menos capital a través de los impuestos o el movimiento monetario; de esta manera solo podrá afrontar sus gastos con deuda o ahorro. Lo primero, al ser de la zona euro es imposible; lo segundo, a través de la congelación salarial de los funcionarios y una mayor disciplina con el gasto público. Todo lo contrario de lo que se precisa y anuncia.

    El sueldo de los españoles deberá bajar o será congelado durante bastante tiempo. Los más altos deberán revisarse a la baja, a menudo por la caída de comisiones o de resultados; mientras los precios tenderán a subir, como dije hace tiempo, a causa del aumento consumista, básicamente chino, y la bajada del valor del Euro.

 

    Eso es una predicción basada en tiempo de paz, sin guerras, grandes desastres naturales o desajustes medioambientales que podrían hacer subir el precio de los alimentos y el agua potable.

    No se descartan movimientos revolucionarios o involucionistas de tipo fascista, o un gran desorden en el Asia, que podría circunscribirse en la India, Indonesia, Filipinas, etc.

 

 

1 comentario

Calamity -

Pueeeees, estoy en la mayoría de tus postulados en total acuerdo contigo, por muy pesimistas que sean (creo que no estamos en tiempo de demasiadas alegrías, cierto). Pero no coincido con el tema de los sueldos. O al menos no en su totalidad, claro.

El problema de las medidas para todos (p.e. bajar los sueldos) es que no van a afectar por igual a uno que cobra el salario mínimo interprofesional a otro que cobra el mismo salario multiplicado a la enésima. A mí como me bajen el sueldo, pues no sé, me tendré que ir a hacer horas extras a la Casa de Campo. Y no tengo ni hipoteca, ni créditos, ni hijos, ni estoy estudiando nada fuera del trabajo, ni como fuera del trabajo (soy chica tupper), ni visto de Chanel, ni conduzco un Porsche (de hecho mi coche -un golf con más de diez años de matrícula- es prestado).

¿Entonces? No sé. Creo que no se deberían permitir amasar las fortunas que algunos -muy pocos- amasan.

Estoy muy espesa hoy como para seguir "arreglando la crisis mundial" (o al menos las medidas españolas). Es que lo del sueldo -el sueldo del currelilla de a pie, del hombre medio y gris, del que no sale ni en la portada de People o en las listas de Forbes- me llega al alma, en serio.

Cal.