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UN GATO EN EL BALCÓN

REVOLUCIONES

 

 

 

 

 

 

 

     Hace poco comentaba en el magnífico blog de pcbcarp que había algo con lo que nadie contaba, sobre todo los futurólogos en historia: las revoluciones.

     Las personas tratamos de predecir con poco éxito el futuro inmediato, digo poco porque apenas lo hacemos con los “previsibles” vaivenes económicos. A la vista está el descalabro de las constructoras en el mercado de valores, cuanto menos, harto “previsible”, ya que todo el mundo se hartaba de anunciar el paulatino desimflamiento del globo inmobiliario, que no pinchazo, que es lo ocurrido, y muy predecible aunque muchos no lo quieran admitir.

 

     ¿Cuál será la próxima revolución?

     ¿Qué sentido tendrá?

     ¿Cuándo ocurrirá?

     Ayer cenando con Jota, hombre de extraordinaria lucidez para todo lo que no sirva para su enriquecimiento, ante mi pregunta sobre dicho tema, respondió que la próxima revolución se basará en la energía, en la conquista de ella. También me contaba que en el coste de todos los nuevos proyectos, ya se contaba con la posible duración de lo creado y su posterior destrucción y reciclaje.

     Admirable, le dije... La Onu está, en estos momentos, recomendando la puesta en funcionamiento de nuevas centrales nucleares con la excusa que es el medio más seguro, menos perjudicial y más barato para producir energía. Lo que no valora es la herencia que dejaríamos a cientos de generaciones futuras... o miles, todo según lo que duren las malditas centrales. Bonita manera de valorar el coste de la destrucción y reciclaje de algo indestructible y de imposible reutilización.

 

     Cecilia, con tino, dice que el futuro de África debe basarse en la energía solar y no en la jatropha, cuya semilla tratada se vende a seis € el kilo, precio abusivo por su fuerte demanda.

     Pero hay algo que no se tiene en cuenta, y es la propiedad de las patentes de la transformación del silicio en paneles solares. Dichas patentes están en posesión de grandes multinacionales petroleras, haciendo imposible, por lo oneroso de su precio, su implantación. La fabricación de paneles solares no tiene ningún secreto, siendo sencilla y barata, lo que no es barato es la compra de su licencia.

     Todo parece indicar que mi amigo puede llevar razón, que la próxima revolución no será por la posesión del agua, ya que esta puede aprovecharse indefinidamente a base de su reciclaje.

     La próxima revolución será energética.

     Muchos ciudadanos no dispondrán de la energía necesaria para su supervivencia, mientras que unos pocos la dilapidarán.

     Su sentido se basará en el desprecio por las patentes, de la propiedad intelectual de toda creación (algo que ya está sucediendo), y del precio que la sociedad deberá pagar por ellas, un precio más acorde con el trabajo que ha sido necesario para su desarrollo y la posterior adquisición a nivel planetario de todos los derechos.

     Mi amigo, basándose en un pesimismo congénito, todo sea dicho, considera que, nosotros, dicha revolución no la veremos, que ocurrirá dentro de cincuenta o sesenta años lo mínimo. Creo que se equivoca, que la viviremos, y no por nuestra hipotética longevidad, sino porque el mundo y las circunstancias en las que está inmerso corren a una velocidad endiablada.

     Todos sabemos que con el ritmo de crecimiento actual, dentro de un decenio no habrán suficientes recursos en todo el planeta para alimentar el futuro consumo energético de Asia y Sudamérica, que los biocombustibles solo pueden mitigar parcialmente el crecimiento de una pequeña porción de ciudadanos, que las centrales nucleares son pan para hoy y hambre para mañana, y que el ahorro preconizado por la vieja Europa solo servirá para que no aumente a su dependencia.

 

 

 

 

 

 

 

10 comentarios

pau -

Traducir semejante alegato me ha servido para descubrir lo poco que sé de francés, y la dificultad de entender sus múltiples giros.
Supongo que el hecho de estar escrito a finales del XVIII tiene algo que ver.
La verdad... Louis Saint Just en este alegato, alabó (¿dulce?) demasiado a Marat, pecó de algo que no debería un buen revolucionario, que es ensalzar a alguien.
Y Marat, ayudado por él mismo asesinó a demasiados sin juicio alguno, con la excusa de la prisa por asegurar la revolución.

Cecilia B. -

Un homme révolutionnaire est inflexible, mais il est sensé, il est frugal ; il est simple sans afficher le luxe de la fausse modestie ; il est l'irréconciliable ennemi de tout mensonge, de toute indulgence, de toute affectation. Comme son but est de voir triompher la Révolution, il ne la censure jamais, mais il condamne ses ennemis sans 1'envelopper avec eux ; il ne l'outrage point, mais il l'éclaire ; et, jaloux de sa pureté, il s'observe quand il en parle, par respect pour elle ; il prétend moins d'être l'égal de l'autorité qui est la loi, que l'égal des hommes, et surtout des malheureux. Un homme révolutionnaire est plein d'honneur ; il est policé sans fadeur, mais par franchise, et parce qu'il est en paix avec son propre cœur ; il croit que la grossièreté est une marque de tromperie et de remords, et qu'elle déguise la fausseté de l'emportement. Les aristocrates parlent et agissent avec tyrannie. L'homme révolutionnaire est intraitable aux méchants, mais il est sensible ; il est si jaloux de la gloire de sa patrie et de la liberté, qu'il ne fait rien inconsidérément ; il court dans les combats, il poursuit les coupables et défend l'innocence dans les tribunaux ; il dit la vérité afin qu'elle instruise, et non pas afin qu'elle outrage ; il sait que, pour que la Révotution s'affermisse, il faut être aussi bon qu'on était méchant autrefois ; sa probité n'est pas une finesse de l'esprit, mais une qualité du cœur et une chose bien entendue. Marat était doux dans son ménage, il n'épouvantait que les traîtres. Jean- Jacques Rousseau était révolutionnaire et n'était pas insolent sans doute : j'en conclus qu'une homme révolutionnaire est un héros de bon sens et de probité.

Louis Saint-Just, 1793

pau -

Trato de hablar de un final no calculado pero sí inevitable, la conquista de patentes abusivas a cargo de la sociedad, la revolución de muchos sin esperanza de mejora contra unos pocos poseedores de un stock de riqueza que consideran suya.
El petróleo puede terminarse, pero el carbón por ahora no, y con él se puede producir gasolina de gran octanaje.
Las potencias saben que su poder, o el de sus élites político-económicas, depende de la posesión de la energía. Por ende, con una fuente energética desperdigada y de fácil recolección, su poder queda en entredicho, pero con una fuente energética estandarizada y de difícil extracción, su poder queda garantizado. El cambio climático, o los desperdicios ocasionados por ello, son secundarios y ya habrá tiempo y esfuerzo ciudadano para solucionarlo.
La solución vendrá por crear grandes plantas de procesamiento, financiadas por los estados y administradas por las únicas empresas capaces de ello... los mismos que hoy tienen las patentes, los mismos que tienen petroquímicas...

Cecilia B. -

Hablas de 'energía' pero sólo da la impresión de que es 'petróleo'. ¿se acaba la energía eléctrica que produce una central nuclear? ¿se acaba la energía solar? No, sólo el petróleo. Y eso sólo afecta a los países desarrollados y llenos de coches.

pau -

El agua puede reciclarse indefinidamente. El agua es un gran problema, y hoy hay gente que se muere de sed, pero no es un problema insoluble, la energía, hoy por hoy y con la cantidad que somos a repartir, si.

Cecilia B. -

Cuando se acabe el petróleo sufrirán los tecnodependientes del FirstWorld que son los que más petróelo consumen. Pero el agua potable... ¿cómo es posible que alguien ahora diga que el agua potable no es problema si HAY GENTE QUE SE MUERE DE SED HOY pero nadie se muere porque no falta gasolina en ningún surtidor?

Juan Cosaco -

Yo también creo en una revolución energética; cuando no haya petroleo para todos, las cosas van a cambiar, quizás a mejor.
También habrá que mirar al agua; tendremos guerras por ella, sin duda.
Y sobre las patentes, fijate lo que acaba de hacer Brasil con alguna patente farmaceútica; algunos países saltarán esas barreras pasando a células solares "genéricas".
Hay esperanza.
Salud!

Luna -

Mi amiga Almudena, bióloga molecular, dice las mismas cosas que Cecilia, me da cada susto, cuando habla de ese tipo de revolución
Saludos

pau -

En el fondo las revueltas de los inmigrantes en Francia y diversas partes de Europa, son producto del descontento social.
Un inmigrante instalado en un barrio residencial, no siente necesidad de revolucionarse.
No sé en el resto de España, pero en Barcelona su inmersión ha sido bastante exitosa, si esta es la palabra adecuada. El truco ha sido posible gracias a una política urbanística bastante inteligente, dadas las circunstancias y posibilidades. Que ello siga teniendo éxito ya es otra cosa, me temo que no será así, y más, con el descalabro inmobiliario que se avecina.
Pero todo esto es una apreciación muy personal y más de futurólogo.
No hablo del tipo de revolución debida a cambios de consumo, industriales o tecnológicos, aunque todo tenga su conexión.
Hablamos de revoluciones más o menos cruentas, revoluciones basadas en la escasez de un producto básico del que habrá un mal reparto, y que cientos de millones de ciudadanos altamente informados sentirán su falta, conociendo el por qué de ella.
Si no me equivoco en este análisis, se darán las circunstancias para el estallido de una revolución social de magnitudes nunca vistas.

Cecilia B -

Llamar 'revolución' a algo que sólo se refiere a progreso tecnológico es como llamar 'pacificación' a lo de las tropas en Irak.

Esa 'revolución' sólo vendrá dada por la ingeniería genética. Ya de hecho es una 'revolución', pero aún no hemos visto nada más que la punta del iceberg. La genética y sus mutaciones son la auténtica revolución que se nos viene.

De las buenas veremos las de los 'inmigrantes de segunda y tercera generación' (¡qué repugnante eufemismo!) pidiendo a gritos ser incluidos en el sistema. Ya lo vemos en Francia, pero lo veremos más y mejor.