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UN GATO EN EL BALCÓN

LA PAJA EN OJO AJENO

 

 

    Hoy, mientras comía en uno de esos restaurantes en los que el cubierto no baja de los ciento cincuenta euros, invitado por un proveedor, claro está, he oído la conversación que mantenían dos individuos en una mesa vecina.

    En esos restaurantes es harto difícil escuchar una conversación a menos que el que la lleva tenga interés en ser escuchado por alguien. En este caso concreto el aludido no nos conocía, pero nosotros sí a él... Un famoso diseñador de ropa hablando con un financiero.

    ¿A santo de qué necesitaba montar el espectáculo?

    Se me ocurren muchas explicaciones, todas ellas tan estúpidas como plausibles, aunque la más razonable, conociendo al interfecto, sería la de provocación gratuita.

 

    La inteligente conversación se basaba en la imposibilidad de desarrollar negocios en ciertos países en vías de desarrollo.

    El individuo decía que la gran corrupción existente en dichos países hacía que comerciar con ellos fuera, económicamente, muy peligroso.

 

    En el comedor se ha escuchado una sonora carcajada, la mía... Los pocos comensales presentes han vuelto su mirada, alguno de ellos con franca sonrisa; otros, turistas ricos o ignorantes a la conversación de la pareja, han mirado asombrados a nuestra mesa. Mi amigo reía con ganas al ver sus caras, sobre todo la del individuo.

    No he respondido a su mirada, lo cierto es que la risa me podía. Mi amigo me contaba en voz baja que al personaje se le había subido la bilirrubina.

    ¿Qué esperaba después de decir a voz de grito tanta sandez?

    ¿La vergüenza ajena?

    Si eso era, conmigo no podía contar para nada.

    El personaje en cuestión vivía gracias a las antiguas ayudas de cuando gobernaba la que hoy es oposición. Ahora se habla poco de él, ahora ya no se deja ver en las pasarelas donde acudían las señoras de todos los consejeros, cuatro fotógrafos de moda y una mal contada docena de señoronas, esposas de los lameculos de turno.

    El Tripartit vigila a quien reparte el pastel. Ya no vale el que uno sea el modisto de la ex primera dama, tampoco que sus dos apellidos tengan pedigrí catalán o que alterne entre la jet de la alta sociedad, seudo progre, conservadora y con deje de posmodernidad.

    El Tripartit exige unas premisas muy distintas, tanto es así que nos hemos quedado todos sin pastel, unos por una cosa y otros por otra. Ahora todos somos igual de pobres, la diferencia radica en que, el que antes comía exclusivamente de su trabajo, apenas se ha enterado y, en cambio, el otro anda dando tumbos de financiero en financiero, cagándose en lo abandonado que tiene el gobierno al mundillo del seudo diseño con pedigrí mediático.

    Y claro... tanto el financiero como él conocían la explicación de mi carcajada, de ahí el subidón de bilirrubina.

 

    Corrupción...

 

    En los postres, al quedar solos en el gran comedor, mi amigo comenta que algo de razón tenía el idiota. Me recuerda los grandes problemas de mi socio en el  África subsahariana.

    ¿Quién le cuenta que por allí, los que más nos han robado son europeos?

    No lo va a creer.

    El africano roba poco y se le nota de lejos.

    El europeo en eso del robo es más listo, ya está a la vuelta de todo y sus necesidades son mayores.

    En África, los corruptos son gobernantes educados en Europa e instalados en el poder gracias a sus gobiernos y soldados. Son funcionarios con maletas de ayuda comunitaria o de las Naciones Unidas. Son jerifaltes de las Ongs instalados en las suites de los mejores hoteles o grandes casas de barrios occidentales.

    Pero la realidad que nadie ve es que la pobreza va a la par con la corrupción. A más corrupción, más pobreza; pero nunca al revés.

    Mi socio anda metido en un lío de grandes cultivos lo cual hace que tiemble al pesar en el follón en que puede verse envuelto. Últimamente me habla de hectáreas como si rosquillas se tratasen. Todo comenzó con dos y ya vamos por las mil quinientas.

 

    El problema no es hacer trabajar, que ganas hay y gente aun queda. El problema es que no hay carreteras para trasladar los productos, no hay gasolineras para los camiones, ni puertos donde embarcar la mercancía. Dinero sí que hay, lo da la UE sin mirar para qué o, por lo menos, sin mirar si lo que se hace es lo que de antemano se pactó. El dinero se disipa, desaparece en el interior de mil bolsillos. La carretera y puerto quedan en simple proyecto a la espera de una nueva partida y en caso que la Unión pregunte, se le responde que el dinero se ha ido con los estudios preliminares. Cuando pide ver los susodichos... entonces se dan cuenta que los han perdido, traspapelado o vete a saber lo sucedido.

 

    Pero, al hablar de este tema, mi intención era otra y muy distinta.

    ¿Qué derecho tenemos nosotros, los del mundo occidental, en hablar sobre corrupción?

    Nuestro mundo es tan corrupto como el suyo solo que el nuestro es legal y refinado.

    Es corrupto el sistema judicial desde el momento en que gran parte de los jueces incumplen su mandato con sentencias claramente injustas, aceptan testigos dudosos o directamente falsos rechazando pruebas verdaderas en infinidad de casos.

    Es corrupto el sistema sanitario cuando, por familiaridad o dinero, se interviene quirúrgicamente a personas menos necesitadas y con menos antigüedad que otras.

    Es corrupta la enseñanza en cuanto se aceptan o desechan alumnos en algunos centros por su clase social o color de la piel.

    Son corruptos los consistorios cuando exigen o aceptan sobornos para agilizar permisos de obras o recalificar territorios protegidos.

    Son corruptos los gobiernos cuando distribuyen favores o grandes sumas de dinero para ayudas innecesarias.

    Y así hasta casi el infinito.

 

    No, no tenemos ningún derecho y, menos, el individuo del que hoy me he reído.  Inútil sin las corruptelas a las que estaba acostumbrado y quejoso por la imposibilidad de trabajar con el tercer mundo a causa de ellas.

    La historia de siempre: Los occidentales solo vemos la paja en ojo ajeno.

 

 

 

13 comentarios

pau -

Y en eso mismo erramos, amigo Denke, puesto que hay infinidad de cosas en las que no caemos y muchos de ellos nos pasan la mano por la cara o no les llegamos ni a la suela del zapato.
Nadie es perfecto por mucho dinero que gane. La estupidez no entiende de economía como tampoco de intelectualidad.
Un saludo

denke -

Los occidetales juzgamos en "tiempo real".
Tal cosa esta mal "ahora", y no recordamos que aqui se hizo antes. Y eso pudo permitirnos ir un paso adelante.
Pensemos en china, muchas de las barbaridades que alli se practican, se practicaron aqui hace tiempo, pero claro, eso esta feo ahora...

Luna -

Me gustan los articulos del Gato.
..y me encanta el "anda ya.." al señor Portorrosa.

No tengo trato con comercio extranjero y por lo tanto lo desconozco personalmente.
Creo que será la primera y la última vez que me piropee a mi misma.
Se me "acusa" de ser legal en todo lo referente a mi trabajo, en todo, todo, todo, no acepto la más mínima corrupción. Aunque ser así,provoca risas variadas......me siento francamente bien.
Saludos.

Juan Cosaco -

Todavía hay por aquí personas que creen en el comercio justo; que no quieren aprovecharse de nuestra ventaja en la economía-poder.
Tendríamos que darles más publicidad y seguir su ejemplo.
Salud!

fiorella -

Como no me animan ni me representan los cliches sociales y economicos, me gusto leerte,concuerdo totalmente contigo en lo que decis.El mundo es uno solo,hay matices,pero somos todos iguales y pasa de todo en todas partes, ni buenos,ni mejores,diversos,solo eso.Un beso desde Montevideo/Uruguay

Portorosa -

Bueno, como te voy conociendo, tomaré eso por un no...

princesa -

Simplemente mostrar mi acuerdo con el contenido de lo que has escrito.

Es la primera vez que entro, y volveré.

Un saludo.

pau -

¡Anda ya...!

Portorosa -

(Oye, Pau, releo ese último comentario, cuatro horas después, y me entran dudas sobre si suena condescendiente, o algo así. Espero que no, espero no haberte parecido un engreído por atreverme a darte consejos.

Un abrazo.)

Portorosa -

Vamos a ver: hablo del contenido; del continente también, claro, porque si fuese malo no habría nada que hacer, pero básicamente del contenido. ¿Por qué? Porque eres claro, porque se ve que sabes de lo que hablas, pero (pero...) lo haces de un modo más ¿comedido?, ¿más prudente? que otras veces, de un modo muy razonable. Y eso (para mí, que ya sabes cómo soy) lo hace mil veces más efectivo y convincente.

Un abrazo.

pau -

Uno, cuando lee eso, no tiene claro si reir o llorar.
El mejor texto...
Y, para rematar, quien escribe eso es ni más ni menos el Señor de Portorosa, lo cual deja poco margen de duda al asunto en cuestión.
Creo que hago bien en hacerle caso a mi otro maestro... hoy he pedido a mi librero "La orgía perpetua" de Vargas Llosa.
Y es que nunca es tarde para aprender.

Portorosa -

Pau, creo que éste es el texto que más me ha gustado de todos los que te he leído. Magnífico post.

Un abrazo.

Respirando -

Completamente de acuerdo. A los occidentales nos gusta juzgar desde arriba, pero nos encanta aprovecharnos de los que están debajo.

Pero eso no parece quitarle el sueño a casi nadie.

Enhorabuena por tu blog.