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UN GATO EN EL BALCÓN

JUAN PALOMO

 

 

    Hace poco, un conocido político socialista me comentaba lo mal que iban las cosas entre el gobierno de la Generalitat y el central. Me confesó que en su partido, el PSC, cada día era más fuerte la corriente que deseaba el divorcio con el PSOE, tan fuerte que, de seguir así, la rotura era inevitable dentro de esta misma legislatura.

    ¿Qué ha tenido que ocurrir para que las cosas hayan llegado tan lejos?

    Hoy leo que la vicepresidenta habla diariamente con Montilla.

    ¿De qué pueden hablar dos personajes a los que solo les une una ideología completamente ambigua?

    Es de suponer que se preguntan cómo salir del atolladero en que ellos solitos se metieron.

    Mientras, en el Congreso, los diputados catalanes están ensayando el divorcio a base de abstenerse en algunas votaciones.

    Hablo con infinidad de personas del resto de España. No saben nada, no tienen idea de lo que ocurre. Lo único que saben, eso sí, es que el catalán es excluyente, que los catalanes pedimos más de lo que nos toca, que el resto pagan los lujos que disfrutamos aquí y bla, bla, bla...

    En Catalunya nadie habla de exclusiones, nadie en su sano juicio piensa en chorradas de este tipo. No se preguntan si deben ser dos o tres las horas de lengua española obligatorias en las escuelas.

    Todo el mundo sabe que los escolares catalanes tienen la misma poca comprensión del idioma de Cervantes que los del resto de la Nación. Saben que el problema no es ni ha sido nunca el emigrante del interior de España, que el problema es el hijo del emigrante eslavo, chino, turco, marroquí, indio, ghanés... y los sesenta más que están catalogados, eso todos lo saben.

    El castellano parlante se siente cómodo y nada extraño en una inmersión lingüística que puede ser de todo menos agresiva y excluyente. Mis hijos hablan más horas en castellano que en catalán con sus amigos, cuando debería ser todo lo contrario y eso no es ninguna excepción.

    Mientras en el resto de España se habla de esas zarandajas, aquí se descubre que el gobierno central no solo incumple con sus compromisos estatutarios, sino que sigue haciendo caso omiso a los anteriores.

    De pagarse la deuda que se tiene con la Generalitat, podría construirse una autopista gratuita a todo lo largo del país, con túnel incluido en el valle de Arán, con el sobrante se podrían liberar las autopistas de pago y renovar las líneas de Cercanías. Pero no, no solo no pagan lo que deben sino que, encima, no construyen los proyectos aprobados hace un año a falta del último papel de Fomento.

    El catalán medio está harto que le hablen de problemas idiomáticos y estupideces solidarias.

    Está harto que un partido político chulee el haber denunciado catorce artículos estatutarios idénticos a los que defiende en Andalucía.

    Está harto que dichos políticos den la excusa que la españolidad de los andaluces es de más fiar que la de los catalanes, como si de un país ocupado y castigado se tratara.

    Está harto que ciudadanos tanto de derechas como de izquierdas les rían la gracia y den la razón a tan sin sentido.

    Y eso lo saben sus políticos que deben torear con el problema, lo saben tanto que empiezan a sacar cuentas de lo que cuesta seguir haciendo el idiota en el Congreso de los diputados salvando la cara a unos mentirosos, para que después se la partan a ellos en su tierra.

    El Estatut es de imposible cumplimiento como lo será el andaluz, pero no por la falta de dinero para inversiones ya que estas están basadas en algo ya cobrado. Dichos estatutos solo serían posibles en una federación de Estados soberanos y eso, hoy por hoy, no es posible ni conveniente.

    Hace tiempo, Maragall llamó la atención sobre el cansancio y alejamiento de Madrid ante el mal llamado y creado artificialmente: “problema catalán”.

    Hoy es el ciudadano catalán el que se aleja de España. Lo que nadie pensaba o creía que ocurriera está a punto de suceder, solo falta un empujón de la izquierda catalana ayudado por otro de su derecha, para que se rompa el equilibrio y los socialistas se desmarquen a la fuerza y definitivamente de su proyecto nacional. Otro empujón más de la ultraderecha española y la rotura nacional será definitiva e imparable.

 

    La España de Juan Palomo: “Yo me lo guiso, yo me lo como”

 

 

3 comentarios

pau -

Y así y todo pienso que por primera vez disfrutamos de un buen gobierno.

Ruth -

Completamente de acuerdo con Juan.
Lo que me revienta, como siempre, es la cerrazón de los informativos al tipo de problemas que tú comentas. Se les llena la boca con la unidad de España, pero les da lo mismo en qué situación esté esa España; todos los problemas qeu tú mencionas los tenemos en Euskadi, claro que hasta que Batasuna no condene la violencia no se hablará de ellos. Qué pesaos...

Juan Cosaco -

Por aquí entendemos un poco lo que comentas, compañero. La ultraderecha española lleva décadas fomentando indirectamente el separatismo... ellos no reconocen el catalán o el vasco como lenguas españolas...nos miran como a extranjeros.
Y lo sencillo que sería un estado federal, como alemania, o incluso como EEUU o Reino Unido... sin nacionalismo centralista y esquizofrénico!
Salud!