DESPROPÓSITO
Leo a Nesemu, uno de mis blogs preferidos.
Hoy llama la atención sobre el cambio de estrategia anglosajona con respecto a Oriente Medio.
Es sorprendente los cambios de política que estamos viviendo últimamente.
Es sorprendente como los gobernantes, algunos, no se dan cuenta del desorden que ello ocasiona, desorden incluso en el interior de sus propias naciones.
Comenzó España con una política completamente extraña a su estrategia neutral y razonablemente cercana a los países del entorno árabe.
España siempre ha intentado mantener una buena relación con los países de Oriente Medio, las fronteras y características de nuestra Nación siempre han ayudado a llevarse lo mejor posible con ellos. Nuestra cercanía con Marruecos, los lazos comerciales con Argelia, el contacto permanente de las islas Canarias y las plazas fuertes de Ceuta y Melilla han aconsejado que la relación con los países del Magreb fuera lo más fluida posible, y para ello nada mejor que llevarse bien con sus aliados naturales.
España, a causa de un cambio político bastante traumático, ha vuelto a su antigua política con respecto a dichos países.
Ahora vemos como unas elecciones en los EEUU hacen tambalear toda la política seguida por dicha nación.
Los que ayer eran enemigos acérrimos, hoy son potenciales interlocutores de la próxima solución.
Lo que ayer era imposible, hoy se presenta como más que plausible.
Eso no es política, eso es paranoia simple y llana.
El mundo ha sido llevado a un abismo inconcebible por tres hombres de dudosa mentalidad y pensamiento claramente infantil.
Aznar que parece ser, aun anda agarrado al enfrentamiento visceral y enfermizo.
Blair que su política sigue sin orden ni concierto lo que su hermano mayor le dicta.
Y Bush, un alcohólico paranoico y con claros visos de anormalidad mental, que asiste impotente al derrumbamiento de un mundo vislumbrado solo por él.
Del primero poco se puede decir que no sea la ambición desmedida de un ex inspector de hacienda por sentarse entre los “grandes” y con las patas al aire.
Lo del segundo es más grave ya que demuestra un seguidismo rayano al ridículo, parece como si el Congreso de los EEUU y lo que su población escoge sea lo que dicta la política de su país, un vaivén continuo sin ninguna razón lógica que lo dictamine.
Lo del tercero es más preocupante, ya que demuestra que la nación más poderosa del planeta es capaz de elegir a un subnormal para que la gobierne y encima por ocho años.
Todo este despropósito político deja al mundo occidental y su sistema político en entredicho, en una situación de fragilidad extrema y desprestigio constante.
¿Quién puede confiar en su política a partir de ahora?
Nadie, absolutamente nadie.
El resto de naciones, si ya dudaban antes, ahora lo tienen claro.
Nadie en su sano juicio puede confiar en pactos estables, en una política de continuidad del mundo occidental. Ya nadie puede esperar algo seguro por aquí.
El futuro, sin lugar a dudas, está en Asia. China se ha mantenido firme en su política, cambiando su sistema, adaptándose a las nuevas circunstancias pero sin cambiar un ápice la relación política con sus vecinos.
Los primeros perdedores serán, a corto término, el estado de Israel y Taiwán.
En el primero ya se nota. Su gobierno se ha dignado a pedir disculpas por un bombardeo “mal” dirigido. No es su estilo el pedirlas, dudó incluso cuando bombardeó una playa repleta de bañistas. No lo hizo cuando destruyó una refinería libanesa con el consiguiente desastre medio ambiental. Tampoco cuando sus soldados mataron impunemente dos periodistas en Líbano. Y ahora sí, ahora y con carácter de urgencia lo hacen.
Mal pinta para ellos, para un país cuya existencia es rechazada por cientos de millones de vecinos más y mejor armados cada día que pasa.
El problema taiwanés es cosa de tiempo. La mentalidad china se basa en la paciencia y, pese a las amenazas, Taiwán caerá como manzana madura gracias a la ley de la gravedad, la única ley que se mantiene inalterable por mucho que algunos la quieran desafiar.
2 comentarios
Luis Muiño -
Un abrazote
Hannah -
Un abrazo entrañable
Hannah